domingo, 2 de marzo de 2014

Inteligencia Corporal kinestésica


La inteligencia kinestésica además de otras cositas, abarca el tacto, que es uno de nuestros cinco sentidos, nos da información de todo lo que pasa a nuestro alrededor y complementa lo que nos dice la vista, el gusto, el olfato y el oído, es decir, cada sentido nos va dando una pequeña información del mundo.

El tacto requiere de un contacto directo, no es como el oído, o como la vista, o como el olfato, que desde lejos podemos percibir las cosas, el tacto es como el gusto, debemos tener contacto directo con las cosas.

El tacto nos sirve para identificar muchas cosas, aún sin verlas, podemos saber, con los ojos cerrados, si estamos agarrando algún objeto caliente o frío, liso o rugoso, redondo o plano, pequeño o grande, duro o blando, mojado o seco, punzante o romo y muchas informaciones más, solo tenemos que entrenar nuestro tacto y el hará maravillas insospechadas por nosotros.

A través del tacto podemos identificar alguna ropa en la noche con la luz apagada, también podemos identificar una mano de nuestra pareja o de nuestros hijos, hermanos, padres y hasta de algunos amigos.

El sentido del tacto es posible gracias a unos pequeños receptores distribuidos en todo nuestro cuerpo, particularmente en nuestra piel y en nuestras vísceras y según la sensación que trasmiten desencadenan miedo, dolor o placer.

Los pequeños receptores del tacto no están distribuidos uniformemente en nuestro cuerpo, en algunos sitios hay más receptores y en otros hay menos receptores; en las partes más activas del tacto hay más receptores.

Muchas veces tendemos a desestimar las maravillas del tacto ya que nos parece como secundario respecto a los otros, es más, nos preocupa mucho que un niño sea sordo o sea ciego, pero no les hacemos pruebas en relación al tacto.
El cerebro guarda muchísima información que le suministra el tacto.
Vamos a empezar a jugar no tocando nada de nada, no podemos tocarnos ni la cabeza, ni la nariz, ni un brazo, ni la barriga, nada es nada. Vamos a tener mucha paciencia y buen humor, este último es muy importante, vamos a reír y luego volvemos a reír y continuamos riendo, que la risa sea el principal ingrediente de esta y todas las demás clases. (Para información de la docente, eso es imposible, ya que estamos en contacto con nuestra ropa, muy bien, ponemos a los niños desnudos, pero están en contacto con el piso y con el aire).
Empecemos a recordar todas las cosas que hemos tocado, a nuestra madre, a nuestros hermanos, nuestra cobija o sábana, el lápiz, el cuaderno, la pelota, el carrito, el gatico, el perrito, la bicicleta, el tobogán, le tocamos la frente a los niños para saber si tienen fiebre. Durante todo el día nuestro cerebro está guardando información de nuestros sentidos, incluida información de nuestro tacto.
Instintivamente tocamos muchas cosas para complementar las informaciones visuales, olfativas o auditivas.
Si nos ponemos unos guantes, podemos sostener las cosas pero sin sentirlas y mientras más gruesos sean los guantes, menos vamos a sentir las cosas.
Las cosas se miden, cuánto pesa esto y cuanto pesa ese niño, que altura tiene maría y que altura tiene Pedrito, unos son más altos y otros más bajos, dame un kilo de queso, dame un metro de tela, dame un litro de aceite, ponle 30 libras de presión a ese caucho, de aquí hasta allá hay dos kilómetros de distancia, el avión va a tantos pies de altura y así seguimos con muchas otras cosas.
Generalmente tocamos mejor con la yema de los dedos ¿por qué? Porque en la punta de los dedos tenemos muchos de esos pequeños receptores que nos hacen sentir las cosas y que pasan la información a nuestro cerebro.
Ahora vamos a medir el tacto. Pídele a un amigo que se levante la manga y con la punta de dos lápices los apoyas en el brazo sin que el vea lo que estás haciendo. Cada vez vas acercando más y más los lápices y llegará un momento en que la persona va a creer que solo estás usando un lápiz, toma la medida de la separación de los pinchazos en centímetros y anótalo, luego haz lo mismo con otro amigo y luego ellos lo harán contigo, te vas a sorprender en las diferencias entre unos y otros.
Repite el mismo experimento en el antebrazo, en la palma de la mano, en el codo y en la yema de los dedos, te vas a sorprender de los resultados.
En la yema de los dedos hay más sensores, por eso es más fácil darse cuenta de cuantas puntas de lápiz hay.

 Rafael Lugo Padrino

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