La inteligencia
kinestésica además de otras cositas, abarca el tacto, que es uno de nuestros
cinco sentidos, nos da información de todo lo que pasa a nuestro alrededor y
complementa lo que nos dice la vista, el gusto, el olfato y el oído, es decir,
cada sentido nos va dando una pequeña información del mundo.
El tacto requiere de un
contacto directo, no es como el oído, o como la vista, o como el olfato, que
desde lejos podemos percibir las cosas, el tacto es como el gusto, debemos
tener contacto directo con las cosas.
El tacto nos sirve para identificar
muchas cosas, aún sin verlas, podemos saber, con los ojos cerrados, si estamos
agarrando algún objeto caliente o frío, liso o rugoso, redondo o plano, pequeño
o grande, duro o blando, mojado o seco, punzante o romo y muchas informaciones
más, solo tenemos que entrenar nuestro tacto y el hará maravillas insospechadas
por nosotros.
A través del tacto podemos
identificar alguna ropa en la noche con la luz apagada, también podemos
identificar una mano de nuestra pareja o de nuestros hijos, hermanos, padres y
hasta de algunos amigos.
El sentido del tacto es
posible gracias a unos pequeños receptores distribuidos en todo nuestro cuerpo,
particularmente en nuestra piel y en nuestras vísceras y según la sensación que
trasmiten desencadenan miedo, dolor o placer.
Los pequeños receptores
del tacto no están distribuidos uniformemente en nuestro cuerpo, en algunos
sitios hay más receptores y en otros hay menos receptores; en las partes más
activas del tacto hay más receptores.
Muchas veces tendemos a
desestimar las maravillas del tacto ya que nos parece como secundario respecto
a los otros, es más, nos preocupa mucho que un niño sea sordo o sea ciego, pero
no les hacemos pruebas en relación al tacto.
El cerebro guarda
muchísima información que le suministra el tacto.
Vamos a empezar a jugar no
tocando nada de nada, no podemos tocarnos ni la cabeza, ni la nariz, ni un
brazo, ni la barriga, nada es nada. Vamos a tener mucha paciencia y buen humor,
este último es muy importante, vamos a reír y luego volvemos a reír y
continuamos riendo, que la risa sea el principal ingrediente de esta y todas
las demás clases. (Para información de la docente, eso es imposible, ya que
estamos en contacto con nuestra ropa, muy bien, ponemos a los niños desnudos,
pero están en contacto con el piso y con el aire).
Empecemos a recordar todas las cosas
que hemos tocado, a nuestra madre, a nuestros hermanos, nuestra cobija o
sábana, el lápiz, el cuaderno, la pelota, el carrito, el gatico, el perrito, la
bicicleta, el tobogán, le tocamos la frente a los niños para saber si tienen
fiebre. Durante todo el día nuestro cerebro está guardando información de
nuestros sentidos, incluida información de nuestro tacto.
Instintivamente tocamos
muchas cosas para complementar las informaciones visuales, olfativas o
auditivas.
Si nos ponemos unos
guantes, podemos sostener las cosas pero sin sentirlas y mientras más gruesos
sean los guantes, menos vamos a sentir las cosas.
Las cosas se miden, cuánto
pesa esto y cuanto pesa ese niño, que altura tiene maría y que altura tiene
Pedrito, unos son más altos y otros más bajos, dame un kilo de queso, dame un
metro de tela, dame un litro de aceite, ponle 30 libras de presión a ese
caucho, de aquí hasta allá hay dos kilómetros de distancia, el avión va a
tantos pies de altura y así seguimos con muchas otras cosas.
Generalmente tocamos mejor
con la yema de los dedos ¿por qué? Porque en la punta de los dedos tenemos
muchos de esos pequeños receptores que nos hacen sentir las cosas y que pasan
la información a nuestro cerebro.
Ahora vamos a medir el
tacto. Pídele a un amigo que se levante la manga y con la punta de dos lápices
los apoyas en el brazo sin que el vea lo que estás haciendo. Cada vez vas
acercando más y más los lápices y llegará un momento en que la persona va a
creer que solo estás usando un lápiz, toma la medida de la separación de los
pinchazos en centímetros y anótalo, luego haz lo mismo con otro amigo y luego
ellos lo harán contigo, te vas a sorprender en las diferencias entre unos y
otros.
Repite el mismo
experimento en el antebrazo, en la palma de la mano, en el codo y en la yema de
los dedos, te vas a sorprender de los resultados.
En la yema de los dedos
hay más sensores, por eso es más fácil darse cuenta de cuantas puntas de lápiz
hay.
Rafael Lugo Padrino
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